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La decana del Colegio de Logopedas de Andalucía asegura que “la detección y atención precoz es la mejor de la terapias” para la tartamudez

Mañana es el Día Internacional de Concienciación de la Tartamudez, un trastorno de la comunicación que puede mejorar con tratamiento logopédico
La logopeda especializada en tartamudez y decana del Colegio de Logopedas de Andalucía, Adela Corrales Guerra, explicó hoy, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Concienciación de la Tartamudez que, ante la aparición precoz de disfluencias en el habla de un niño, la detección y atención precoz en tartamudez es la mejor de las terapias. “No hacer nada es nefasto, tanto para el niño como para las familias”.
“Es preciso desterrar información errónea del tipo no te preocupes, es pequeño y a muchos niños les sucede: ya pasará.”, continuó. E insistió en la importancia de la derivación por parte de profesionales a un logopeda especializado en este trastorno.
Las disfluencias en el habla son comunes en la edad infantil, un 5% de los niños las presentan en algún momento, pero en algunos casos persisten, pudiendo ocasionar repercusiones a nivel social, escolar, profesional, familiar y emocional, dado que la comunicación es la base del ser humano.
El logopeda, tras una exhaustiva valoración considerará la intervencion más idónea en cada caso. “Debemos recordar que hay tantas tipos de tartamudez como personas que tartamudean”, aclaró Adela.
La dificultad de la cotidiano
La comunicación es la base de las relaciones humanas, pero para una persona que tartamudea, algo tan cotidiano como pedir un café, comprar un billete de tren, o conversar como un amigo puede ser una situación adversa. Su día a día es una lucha. Tanto es así, continuó, que las personas que la padecen “sufren muchísimo, pueden llegar a tener baja autoestima y desarrollar miedos, fobias y frustraciones que pueden conducirles al aislamiento social y laboral”.
La terapia logopédica en tartamudez persigue múltiples objetivos: apoyar a la persona que tartamudea, eliminar o reducir las disfluencias presentes en el habla, prevenir y/o reducir las secuelas devenidas de la experiencia vital.
Hay que lograr que la persona que tartamudea se acepte a sí misma y que la sociedad acepte a quienes sufren este trastorno, y transmitir una visión positiva para enfrentarse a las situaciones cotidianas.
“Concienciar e informar a la sociedad es vital para reducir el aislamiento social de las personas que tartamudez, minimizando el impacto en su vida”, prosiguió Corrales Guerra. “Lo esencial es qué quieren decir, enfatizar el qué y no el cómo. Precisan tiempo y escucha activa por parte del interlocutor”, concluyó.